Friday, February 12, 2010

"Llevate tus cosas" por Federico Baeza


“Mi casa es mucho más que mi casa” fue la tercera experiencia del Proyecto La Mansión a cargo de Eva, la dueña de casa. No es sencillo esbozar una mirada integrada de lo que ocurrió. La verdad es que me llevó un tiempo decidirme a abordar estas líneas. La casa invitaba a distintos recorridos posibles, una especie de “elige tu propia aventura” que imposibilitaba ver todo. Ese es un primer aspecto que me llamó la atención: esa profusión inabarcable de objetos que configuran nuestro espacio cotidiano. Así surgía algo interesante, el camino que uno hacía por el espacio era particular, había que realizar una “lectura” propia de lo expuesto. Entonces prefiero señalar algunos puntos que marcaron mi tránsito librándome de la responsabilidad de una mirada panorámica, uff, que alivio…

Los recorridos se articulaban en dos espacios que tematizaban las actividades cotidianas, esto ya sucedía en las anteriores experiencias: por un lado se encontraba el espacio biblioteca-taller-dormitorio, por el otro cocina-comedor-living. Empiezo mi camino por el primer espacio. Me siento frente a un libro, me coloco unos guantes como para examinar un incunable, lo abro. A primera vista parece un libro. Luego resulta ser una copia artesanal de “Venezia” de Gabriela Liffschitz. Todo aquello que parecía impreso en realidad estaba amorosamente calcado. Lo que parecía papel de arroz resultaba ser papel de servilletas. Ocurría una transmutación. Quiero detenerme en esta operación y separarla en capas, como un hojaldre.
En una primer nivel el libro copiado se presenta como el testimonio de una acción: sentarse durante un tiempo prolongado, poner la mente en otra cosa y calcar cuidadosamente la ilustración de la tapa, las distintas tipografías y misceláneas. Este objeto es huella de una acción. Calcar es una actividad reiterativa, perdurable en el tiempo, no implica ninguna destreza en particular. La acción señala un tiempo expandido. Una sucesión de presentes marcados por la unidad del aquí-ahora de ese hacer monótono. Un tiempo no-extraordinario, un tiempo cotidiano.

Luego se produce algo bastante particular cuando se copia “a mano” algo que es una reproducción. Un obra literaria es un “objeto de existencia ideal” como bien dice Genette. En estos casos las obras no se identifican con los objetos materiales que les dan soporte. “Venezia” como obra literaria no es un único libro o una serie de libros. Si fotocopiamos “Venezia” vamos a obtener la obra de Liffschitz porque una pieza literaria es esa posibilidad que tenemos de leerla. La pintura, por ejemplo, no funciona de esa manera: existen originales y copias. Son obras de existencia física asociadas a un objeto en particular, como el mingitorio de Duchamp o las aspiradoras de Koons que no escapan a este precepto. Volvamos a nuestra copia de “Venezia”. Paradójicamente al copiar este libro obtenemos algo que en términos de las artes visuales es un “original”, un objeto único. Así se produce una transmutación, un efecto “piedra filosofal”, lo profano se convierte en arte.

En un tercer umbral aparece otra cosa. El detenimiento en el objeto-libro me lleva a pensar en las circunstancias materiales que le dieron origen, en las características de su circulación: ver el lugar de edición, buscar el número de ejemplares impresos en el pie de imprenta. Reconstruir su historia como objeto y no como obra literaria que en alguna medida siempre se preserva como un arquetipo ideal. Y luego levanto la mirada a los otros libros expuestos en la biblioteca. Todos me hablan de sus recorridos como objetos. Así la biblioteca es un recorte particular del mundo, una suma de circunstancias, de particularidades.

Finalmente hay algo fundamental en la operación que todavía no mencioné: el libro se encuentra reproducido parcialmente. En los párrafos algunas líneas están presentes y otras ausentes. La selección de frases las señala como frases “subrayadas”. Oraciones subrayadas de una lectura. Entonces aquí se produce otra transformación interesante. En el libro original aparece la primera persona del relato, un yo. Este yo propone un “yo-tu” con el lector, es decir una enunciación, una escena comunicacional. En el libro calcado, esa primera persona que aparece en las oraciones escogidas cambia de signo, ahora es otro yo, es el yo de un lector (en este caso una lectora), que al señalar ciertas frases las constituye como propias. Invierte el juego enunciativo, invierte los roles del “yo-tu” que el texto original proponía. En definitiva, lee. Porque leer no es una actividad pasiva, ser un mero receptor. Al contrario, al leer nos encarnamos en las palabras del otro, sobreimprimimos nuestro yo al yo originario que el texto propone. Sobre las palabras de los otros construimos las propias.

Termino con una observación sobre el otro espacio al que todavía no ingrese: el espacio cocina-comedor-living. Sobre la sala encuentro todos los objetos de la cocina. Vasos, platos, cacerolas y cubiertos entre otros utensilios, fueron rescatados del anonimato de las alacenas para ocupar casi todo el piso de la sala. Y aquí me reencuentro con ciertos rasgos del espacio anterior. La colección de estos objetos me lleva a pensar en su historia, en las circunstancias de su circulación. Me hablan de herencias, de elecciones, de mudanzas. Esta colección de objetos cotidianos constituye un mundo particular, un poco parecido, un poco distinto al mío. Si bien la combinación de todos estos objetos es singular, vale decir que nadie tendrá exactamente las mismas cosas en su casa, hay muchos utensilios que se podrían encontrar en cualquier casa. Objetos funcionales, comunes, anónimos. Y sin embargo estos objetos tan comunes, tan profanos, tan poco personales constituyen en su combinación una parcela única en este mundo cotidiano. Y aquí se repite la operatoria del libro. Sobre aquello tan anónimo, tan “de los otros” constituyo la singularidad de mi mundo, y en definitiva de mí mismo como persona. Por eso mi casa es mucho más que mi casa. Porque es el escenario donde con las cosas ajenas constituyo las propias.

¿Adónde me trajiste? - Muestra final del Proyecto La Mansión

El artículo “¿Dónde me trajiste?” de Federico Baeza sobre “Proyecto La Mansión” es el punto de partida para el nombre de una nueva muestra que en esta oportunidad presentan en forma conjunta Dolard, Nicora y Rota. ¿Adónde me trajiste? suena menos acartonado y tiene el tono adecuado como para el cierre de este proyecto. Este título más allá de lo que suponemos pueda resonar a los visitantes-expectadores de la casa, también produce en los productores-anfitriones una nueva reflexión sobre el camino recorrido durante el 2009 y acerca de las marcas y señalamientos inevitables que conlleva una experiencia tan reveladora.
El “Proyecto La Mansión” como parte de la clínica de análisis de obra permitió la puesta en práctica de las producciones conceptuales y materiales. Cada uno de los artistas enfrentó en el marco del proyecto una primera vez como acto expositivo individual dentro de un contexto tan particular como lo es una casa habitada. El texto de presentación al inicio del proyecto remarcaba que “… la obra es un pensamiento en estado de construcción y la casa opera como caja de resonancia …“ Hoy los ecos de estas acciones siguen reformulándose. No hay duda que esta casa-caja alojó y reveló múltiples posibilidades en un juego atrapante: cambios de formatos y soportes, lecturas, relecturas, metatextos, intervenciones, vinculaciones con el espacio para reformularlo y expandirlo más allá de su significación específica.
En “La Expectativa” Nicora nos presentó desde el dibujo-escritura un relato íntimo y poético que transmutó en un inquietante jardín interior a modo de instalación. En “Logo Mutante” Rota nos sumergió en una experiencia sensorial expansiva del logo como diseño que se multiplicó interviniendo toda la casa dando cuenta de su investigación y proceso. En “Mi casa es mucho más que mi casa” Dolard nos permitió acceder a sus prolíficas relecturas desde la copia de libros, la intervención de su biblioteca y la incorporación de nuevas operaciones de lectura a través del uso del audio y el video.
Hoy La Mansión abre sus puertas para volver a reunirse alrededor de una mesa simbólica que alimenta y provoca. Escaleras arriba se produce un evento único e irrepetible. No hace falta intentar una definición: ya sabemos adónde nos trajo el arte.
Gabriela Larrañaga

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Registro Fotográfico: Marianela Depetro, María Eva Dolard y Bruno Rota